jueves, 25 de enero de 2018

Esferas negras (Versión extendida Capitulo 1)

Esferas Negras_Patricia Nevado

Todas las mañanas a las 8:00 pm cogía el metro, tenía suerte y siempre pillaba el mismo sitio, en la esquina. Desde allí se veía todo el vagón.
Justo en la cuarta parada, subían siempre una madre con su niña de apenas 4 años que curiosamente siempre llevaba una prenda roja, ya fuese abrigo, rebeca, vestido….. Yo la llamaba “La Bella Amapola”.

Se sentaban siempre en los asiento de enfrente. Siempre llevaba unas canicas en su bolsillo, que a veces  regalaba con una sonrisa a algún pasajero. Al principio me parecía gracioso y adorable, pero al ver lo que sucedía después empecé a intrigarme.
No había hablado nunca con ellas y creía que debía hacerlo más por mi salud mental, que me hacía ver cosas extrañas últimamente.
La situación me intrigaba, no siempre, sólo a veces, la niña se acercaba a algún pasajero con permiso de su madre y con su manita le ofrecía una canica negra, con una sonrisa la niña decía:
-Es mágica, te la regalo
Entonces la persona la cogía, con mirada triste y sin muchas ganas, cerraba la mano y la niña se volvía a su asiento con su madre. No paraba de mirar a la persona con una sonrisa y la persona la respondía .Al abrir la mano la canica ya no era negra, sino de colores brillantes. El rostro de la persona triste y amargada cambiaba radicalmente a sonrosado y ligeramente feliz.

A la  mañana siguiente cuando cogí el metro me senté en los asientos donde ellas se sentaban, para poder preguntarlas sobre el tema.
Era una tontería pero me sentía nerviosa, no podía parar de mover las piernas y mirar la hora.
Llegó la parada donde se subían…. ¡Hay madre que nervios!
Allí estaban las dos…. la niña miró el asiento donde me suelo sentar y frunció el ceño, pero al verme en los asientos donde ellas se sentaban, sonrió.

Saludé en voz baja:
-Buenos días Bella Amapola….
La niña me miró y se le iluminaron las mejillas. Entonces pregunté:
-¿Son mágicas tus canicas?
La niña miró a su madre que asintió, y respondió:
-Si
-¿qué magia tienen? Le pregunté
La madre me miró y con voz muy calmada y suave dijo:
-Absorben las almas perdidas que nos atormentan y las mandan al lugar donde deben estar.
Ahora fui yo quién frunció el ceño….
La niña me cogió de la mano y dijo:
-Mira a tu alrededor.
Ya habían subido varias personas pero, había más gente de lo normal.
La niña me indicó que mirara a una mujer rubia que estaba de pie mirando por la ventanilla. A su lado se encontraba un señor sin color, como una foto en blanco y negro…
La niña se levantó  agarrándome de la mano y fuimos hasta la mujer, con una sonrisa la niña abrió la mano y le ofreció la canica a la señora:
-es mágica, te la regalo
La mujer la cogió y el señor extraño, como en una película, se metió como humo negro en la canica. La mujer cerró la mano y nosotras nos fuimos a nuestros asientos .Abrió la mano para mirar la canica, había cambiado de color, sonrió y nos miró. Su rostro era otro, alegre y sonrosado.
La luz brillante de la canica entonces se desvaneció y se volvió roja.
La niña entonces dijo:
-¡ya está libre!
- Ya no hay vuelta atrás, ya eres portadora de las esferas.
La madre sacó un saquito de color rojo de terciopelo y me lo puso en la mano.
-Ahora te toca a ti liberar almas atormentadas.

Llegó mi parada y me bajé.
Mi cara era de pasmo absoluto y me daba la impresión de que la gente iba más deprisa de lo normal…o yo iba más lenta. Miré a mí alrededor, todo había cambiado, los colores eran diferentes, las personas eran diferentes… ¡Qué estaba pasándome!.

Al girar a mí alrededor choqué con varias personas, tenía que salir de allí lo antes posible.
Todavía tenía en mis manos el saquito con las canicas negras y me lo guardé en el bolsillo donde solía guardar las cosas de valor, para que los carteristas no me lo quitaran.

Como pude salí de allí. Al subir el último escalón de la salida del metro respiré profundamente y me coloque la capucha como si eso me fuera hacer invisible.
El camino hasta mi trabajo era relativamente corto, unos siete minutos a paso normal. Pero esta vez llegue en cinco, supongo que entre los nervios y las ganas de ir al baño que me habían entrado…
Pasé directamente al servicio, me lavé las manos y me miré al espejo. Yo también era diferente, mi cara no había cambiado, era como si reflejara una luz y mis ojos, como si tuvieran una luz interior de color morada. Me mojé la cara  para refrescarme un poco las ideas. Salí y me dirigí a mi puesto de trabajo.
Allí estaban mis compañeros, Laura y Fabián. Llevaba ya siete años trabajando con ellos y la verdad que había tenido mucha suerte, eran buena gente y un poco locos como yo. Con Laura, castaña de pelo rizado siempre alborotado y ojos marrones, mediana altura como yo, podía llorar de la risa, sólo con mirarnos desde una esquina a la otra de la biblioteca. Y con Fabián, moreno de piel, pelo negro, con gafas, delgadito y diez centímetros más alto que yo, había que tener cuidado de no contarle algo gracioso por su escandalosa risa como la mía.
Yo creo que somos la biblioteca pública más simpática de toda la provincia. Porque normalmente cuando vas a una, los que te atienden tienen cara mustia  y son un poco siesos…o eso me ha parecido a mí cuando iba en mi juventud a estudiar…

Creo que es hora de presentarme, mi nombre es Patricia y tengo ya 35 añitos recién cumplidos, estatura media, pelo negro largo con flequillo, gafas y ojos pardos. He cogido un poco de peso estos últimos años pero nada exagerado…siempre digo que me pondré hacer ejercicio pero nunca saco tiempo, me lio con otras cosas…
Bueno a lo que estábamos, llevo trabajando en esta biblioteca siete años y mira que he leído libros y nunca nada parecido a lo que me había sucedido hoy. No sabía si contárselo a mis compañeros o qué hacer. ¿Que iban a pensar de mí?.

Fui a colocar el carro de libros que devolvieron ayer tarde, hoy no hubo discusión a quién le tocaba, cosa que a Fabián no se le pasó por alto, y mientras me alejaba le oí preguntarme;
-          ¿Qué te pasa?
-          ¿A mí, nada…., por? Le respondí  sin mirar hacia atrás.
Le dejé con la palabra en la boca al pobre, pero es que no tenía ganas de hablar con nadie, tenía que pensar lo que iba hacer a partir de ahora. Me encontraba muy perdida, no sabía qué hacer.

Pasó la mañana relativamente deprisa. Mis compañeros estaban mosqueados conmigo y les pillé varias veces haciéndose gestos entre ellos. Al final paré de ordenar y le dije:
-          Perdonarme pero estoy bien, de verdad. Hoy me ha pasado algo raro en el metro, pero nada más. Estoy cansada de toda la semana, menos mal que hoy es viernes.
Fabián carraspeó y me dijo:
-          No quiero aguarte el día pero, mañana sábado te toca la guardia a ti para recolocar la parte antigua.
-          Pufffff, se me escapó en alto.
-          ¿Seguro que estás bien? Preguntó esta vez Laura.
-          Si si, de verdad… les dije.
-          Anda vamos a comer algo ya y que se quede Fabián al mando, dijo Laura.
-          Eso, iros ya petardas, que yo me quedo aquí, que ya cogí la directa de que sobro… dijo Fabián con cara de niño con pucheritos.
-          No sobras….ya lo sabes, dijo Laura.
-          Venga iros ya, os dejo 45 minutos, dijo Fabián levantando la ceja y mirándonos por encima de las gafas.
Cogimos nuestros tupper y nos fuimos al pequeño comedor que tenemos.
Calentamos la comida en el microondas y nos colocamos en la mesa. Sólo se nos oía masticar y tragar, hasta que Laura me  preguntó:
-          ¿Me lo vas a contar o qué?
-          ….de verdad ,no es nada…. respondí
-          ¿Qué te ha pasado en el metro? Me preguntó Laura con el ceño fruncido y sin dejar de pestañear.
-          ¿…en el metro?... respondí intentando disimular.
-          ¡Patricia! Por favor cuéntame. No te habrán robado, metido mano…
Sin querer escupí el agua que acababa de beber como un sifón, casi en toda su cara.
-          ¡La madre que te parió! Grito, con cara de aguantarse de la risa para parecer seria.
-          Perdona, perdona… ¿es que me preguntas unas cosas?, pero no, no es nada de eso. Y creo que si te lo cuento vas a pensar que estoy loca. Además no sé si me he pasado en realidad o me lo he imaginado.
Me levanté para buscar en mi abrigo el  saco de canicas, mientras Laura se limpiaba el agua que le había escupido sin querer. Lo cogí y me acerqué a enseñárselo.

-          ¿Ves esto? Me lo han dado en el metro.
Lo abrí y saque una de las canicas. En ese momento sólo al tocarla empecé a ver los colores diferentes. El rostro de mi compañera y sus ojos, desprendían el mismo color que el mío.

-          ¿Canicas? Respondió Laura, ¿Qué tienen en particular?, dijo con cara de no entender nada.
-          Son mágicas, son esferas que atrapan almas atormentadas. Dije mirando la esfera fijamente. Se veía una luz en su interior  que hipnotizaba.
La cara de Laura era como de asombro y terror, hasta que de repente soltó una carcajada que hizo que Fabián se asomara por la puerta.
-          Luego decís de mi risa, ¿qué pasa aquí chicas?, ¿no estabais hablando de algo serio o……qué….?
Se paró en seco cuando vio las esferas negras y dijo en alto:
-          Atrapa almas atormentadas…………….
Sus ojos se abrieron más de lo normal y sin querer tocarlas se acercó a mirarlas muy de cerca. Después miro hacia la puerta y se dirigió a cerrarla y con una cara de pánico dijo:
-          ¡¡¡¡Guárdalas de inmediato!!!! Corre!!!
Yo me levente de un respingo y guarde la esfera. Laura me miro y luego miro a Fabián repetidamente y con el tenedor en la mano lo levantó como si estuviese en una clase y pidiera permiso para hablar, hasta que dijo:
-          ¿Qué está pasando aquí? Me estáis acojonando.
Rápidamente Fabián salió de la sala. Nosotras fuimos detrás. Miró por todos los pasillos de la biblioteca minuciosamente. Al intentar preguntarle se giró  hacia nosotras con el dedo índice en los labios, como la típica expresión de mandar callar. Nunca le habíamos visto así, tan serio y preocupado. Revisamos toda la biblioteca y ya no había nadie. Normalmente a la hora de comer se vaciaba y empezaban a venir a partir de las cuatro y media o cinco. Cerró las dos puertas con llave y nos llevó a la zona que me tocaba colocar en mi guarda de mañana. Allí rebuscó entre unas cajas, en las estanterías, hasta que encontró un libro bastante antiguo de pastas de cuero de color negro. Nunca había visto ese libro .

Continuara…….
-           


















martes, 23 de enero de 2018

Esferas Negras (Relato Corto)

Esferas Negras_Patricia Nevado

Todas las mañanas a las 8:00 pm cogía el metro, tenía suerte y siempre pillaba el mismo sitio, en la esquina. Desde allí se veía todo el vagón.
Justo en la cuarta parada, subían siempre una madre con su niña de apenas 4 años que curiosamente siempre llevaba una prenda roja, ya fuese abrigo, rebeca, vestido….. Yo la llamaba “La Bella Amapola”.

Se sentaban siempre en los asiento de enfrente. Siempre llevaba unas canicas en su bolsillo, que a veces  regalaba con una sonrisa a algún pasajero. Al principio me parecía gracioso y adorable, pero al ver lo que sucedía después empecé a intrigarme.
No había hablado nunca con ellas y creía que debía hacerlo más por mi salud mental, que me hacía ver cosas extrañas últimamente.
La situación me intrigaba, no siempre, sólo a veces, la niña se acercaba a algún pasajero con permiso de su madre y con su manita le ofrecía una canica negra, con una sonrisa la niña decía:
-Es mágica, te la regalo
Entonces la persona la cogía, con mirada triste y sin muchas ganas, cerraba la mano y la niña se volvía a su asiento con su madre. No paraba de mirar a la persona con una sonrisa y la persona la respondía .Al abrir la mano la canica ya no era negra, sino de colores brillantes. El rostro de la persona triste y amargada cambiaba radicalmente a sonrosado y ligeramente feliz.

A la  mañana siguiente cuando cogí el metro me senté en los asientos donde ellas se sentaban, para poder preguntarlas sobre el tema.
Era una tontería pero me sentía nerviosa, no podía parar de mover las piernas y mirar la hora.
Llegó la parada donde se subían…. ¡Hay madre que nervios!
Allí estaban las dos…. la niña miró el asiento donde me suelo sentar y frunció el ceño, pero al verme en los asientos donde ellas se sentaban, sonrió.

Saludé en voz baja:
-Buenos días Bella Amapola….
La niña me miró y se le iluminaron las mejillas. Entonces pregunté:
-¿Son mágicas tus canicas?
La niña miró a su madre que asintió, y respondió:
-Si
-¿qué magia tienen? Le pregunté
La madre me miró y con voz muy calmada y suave dijo:
-Absorben las almas perdidas que nos atormentan y las mandan al lugar donde deben estar.
Ahora fui yo quién frunció el ceño….
La niña me cogió de la mano y dijo:
-Mira a tu alrededor.
Ya habían subido varias personas pero, había más gente de lo normal.
La niña me indicó que mirara a una mujer rubia que estaba de pie mirando por la ventanilla. A su lado se encontraba un señor sin color, como una foto en blanco y negro…
La niña se levantó  agarrándome de la mano y fuimos hasta la mujer, con una sonrisa la niña abrió la mano y le ofreció la canica a la señora:
-es mágica, te la regalo
La mujer la cogió y el señor extraño, como en una película, se metió como humo negro en la canica. La mujer cerró la mano y nosotras nos fuimos a nuestros asientos .Abrió la mano para mirar la canica, había cambiado de color, sonrió y nos miró. Su rostro era otro, alegre y sonrosado.
La luz brillante de la canica entonces se desvaneció y se volvió roja.
La niña entonces dijo:
-¡ya está libre!
- Ya no hay vuelta atrás, ya eres portadora de las esferas.
La madre sacó un saquito de color rojo de terciopelo y me lo puso en la mano.

-Ahora te toca a ti liberar almas atormentadas.